Sin noticias

Se durmió pensando en que había cerrado una etapa, que a partir de ahora David y ella tan solo serían amigos. Algo difícil de asimilar después de tanto tiempo juntos y tantas experiencias vividas. Ahora tenía un nuevo horizonte en su vida. Leo estaba más cerca de lo que ella había estado buscando todo este tiempo, además su madre ya había declarado que Leo le parecía un buen chico, a lo que Lucia respondió con un “solo somos amigos”.

A la mañana siguiente, Lucia se levantó llorando.

–      ¿Qué te pasa?

–      David y yo lo hemos dejado.

–      Bueno, tranquila. Todo pasa. Sois muy jóvenes y esto es normal.

–      Ya, pero me da mucha pena.

–      No te preocupes. Deja de llorar y arréglate. ¿Hoy tienes que trabajar?

–      Si, es mejor que deje de llorar, porque si no voy a ir al trabajo con unos ojos…

Lucia se metió en la ducha. Hacía mucho calor y dejó que el agua fría cayera por su cuerpo, mientras pensaba como iba a ser su vida a partir de ahora con Leo. Ya no tendría que esconderse y podría quedar con el siempre que los dos pudieran. Por un lado se sentía atormentada y sentía dolor por el daño que pudiera causarle a David, pero por otro lado, al fin podría hacer su vida al lado de Leo y quién sabe, a lo mejor era el amor de su vida.

Al salir de la ducha encendió el móvil por si tenía alguna llamada o algún mensaje de Leo. Revisó los mensajes entrantes, los salientes e incluso el registro de llamadas perdidas. Preguntó si habían llamado preguntando por ella, mientras estaba en la ducha, pero parecía que nadie se había acordado de Lucia. Ni David, ni Leo, ni ninguna amiga…

Antes de terminar de vestirse para ir a trabajar, decidió llamar a Leo a casa, pero su madre le dijo que acababa de salir y que no sabía a qué hora iba a llegar. Le pidió que le diera el recado y se despidió. Dejó el teléfono cargando, se puso el uniforme y se marchó para coger el autobús que la llevaba al centro comercial donde Lucia trabajaba a jornada parcial, pero era sábado y tenía que estar todo el día allí.

Seleccionó la música que quería escuchar y se puso los auriculares. Se pasó todo el camino mirando el móvil, pero el maldito no quería sonar.

 

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